MIAMI (FLORIDA, EEUU), 5 Oct. (Reuters/EP) -
Un grupo de balseros cubanos se vieron obligados a beber sus propios fluidos corporales, como sangre y orina, para sobrevivir durante los 23 días que pasaron a la deriva en una barcaza en la que pretendían alcanzar la costa centroamericana. En la embarcación partieron 32 emigrantes, pero sólo 15 sobrevivieron.
Un total de 32 personas partieron de las costas cubanas en una barcaza improvisada, pero el motor falló en medio de la travesía y quedaron a la deriva sin alimentos ni agua. Seis inmigrantes están desaparecidos, ya que intentaron nadar hasta tierra, mientras que se ha confirmado la muerte de otros 11 que fallecieron por deshidratación.
Los supervivientes fueron rescatados por pescadores mexicanos a unos 240 kilómetros al nordeste de la península de Yucatán y pasaron un tiempo retenidos en el país hasta que finalmente se les ha permitido viajar.
"Estoy feliz de haberlo logrado, vivo, pero fue algo por lo que nadie debería pasar", ha declarado un carnicero de La Habana, Alain Izquierdo, uno de los 15 supervivientes que alcanzaron la semana pasada las costas de Florida.
"Me siento triste por aquellos que no lo lograron", ha relatado Izquierdo desde la casa que tienen sus tíos en Port St Lucie, en la costa este de Florida. Otros supervivientes ni siquiera han querido hablar por lo traumático de la experiencia.
VÍA CENTROAMERICANA
Cada vez es más frecuente que los cubanos que quieren salir ilegalmente del país intenten alcanzar las costas de América Central para luego entrar en Estados Unidos cruzando la frontera terrestre con México. Estados Unidos mantiene su política de "pie seco, pie mojado", por la que los cubanos que llegan a suelo estadounidense pueden permanecer en el país, mientras que los que son interceptados en el mar son enviados de vuelta a la isla.
En este caso, los balseros partieron del este de Cuba a principios de agosto, pero en el segundo día de travesía, a unos 64 kilómetros de las islas Caimán el motor de un coche Hyundai que habían acoplado a una hélice improvisada comenzó a fallar, ha relatado Izquierdo. La embarcación, de 6 metros de largo, fue fabricada con planchas de aluminio para tejado unidas con remaches y selladas con telas y resina.
Tras quedar a la deriva, intentaron llamar la atención de otros barcos que avistaron. "Nadie se detuvo, aún cuando podían ver que estábamos desesperados", ha relatado Mailin Pérez, de 30 años, otra sobreviviente que se recupera en Austin, Texas.
Los pasajeros lanzaron el motor al mar para reducir el peso e improvisaron una vela con telas unidas con cuerdas. Seis de los hombres decidieron nadar hacia la costa de Cuba, empleando cámaras de neumáticos, pero no se ha sabido de ellos desde entonces.
Las breves lluvias proporcionaban algo de agua cada tres o cuatro días. Racionaron el preciado líquido con jeringuillas y dieron raciones adicionales a una mujer que estaba embarazada de seis meses. Pero poco a poco comenzaron a morir hasta once de los pasajeros. Sus cuerpos, con los labios hinchados, eran lanzados al mar y flotaban alejándose del bote, una imagen que una sobreviviente dice la atormenta en sus pesadillas.
El primero en morir fue un amigo de Izquierdo, Rafael Baratuti O'Farrill, un mecánico de 50 años de La Habana. "Ese fue el día más triste", ha reconocido Izquierdo.
ORINA Y SANGRE
Después de quedarse sin agua, algunos pasajeros comenzaron a beber agua de mar e incluso su propia orina. O'Farrill fue uno de los que además usó las jeringas para extraer su propia sangre para beber.
"Ese fue un error, los que bebieron su sangre se debilitaron. Gradualmente perdieron la conciencia y se desvanecieron", ha realtado Izquierdo.
Tanto Pérez como Izquierdo dijeron que fueron motivos económicos los que les animaron a dejar Cuba, para hallar un mejor futuro para sus hijos. Izquierdo dejó a su esposa y a dos niños pequeños en La Habana, mientras que Pérez se reunió con su marido en Texas, pero también tiene un pequeño hijo y una hija en Cuba.
Ambos intentaron primero salir legalmente de la isla, pero se les dijo que podrían pasar hasta 5 años antes de que su petición fuera aprobada por los funcionarios consulares de Estados Unidos.
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