BUENOS AIRES, 7 Feb. (EUROPA PRESS) -

   La empleada doméstica del fiscal del caso AMIA Alberto Nisman ha revelado que éste siempre dejaba la puerta de servicio cerrada con un cerrojo que únicamente se abría por dentro. Sin embargo, el día de su muerte, el cerrojo estaba abierto, lo que pone en duda la hipótesis del suicidio.

   "Él siempre que estaba solo ponía la traba (cerrojo). Era una traba de esas redondas. Tiene que haberle abierto a alguien", declaró la trabajadora, Gladys Gallardo, en declaraciones al diario 'La Nación'. Gallardo iba a limpiar dos días por semana unas diez horas cada vez desde hacía más de un año y conocía bien el funcionamiento de la casa del fiscal. Según indicó, ella tenía llaves de la puerta de servicio, pero siempre debía llamar primero al timbre primero para poder entrar.

   En la fiscalía, Gallardo ha testificado y relatado que la última vez que vio a su jefe fue el jueves anterior a su muerte y que fue ella la quien le dejó la nota con cosas que necesitaba del supermercado. Es decir que la lista encontrada no fue escrita por Nisman, como se pensó. De hecho, Gallardo explicó que ella nunca hacía las compras.

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   Ese día, además, Nisman le habló de la repercusión que había tenido su denuncia. "¿Viste?", le dijo. Ella no sabía mucho. Y él le dijo: "Me van a querer voltear, pero no van a poder".

   Gallardo declaró además que ese jueves no se despidió cuando se fue del departamento porque Nisman estaba dormido. Se había pasado el día trabajando y, sobre todo, atendiendo a las radios que lo llamaban por teléfono para hablar sobre la denuncia que había presentado el día anterior.

   Según la reconstrucción de la declaración realizada por 'La Nación', el domingo por la noche, uno de los guardaespaldas de Nisman la llamó para avisarle que a Nisman lo habían encontrado muerto. Gallardo conocía bastante a los guardaespaldas: la llevaban a la estación cuando tenía que volverse a casa y eran ellos los que subían las bolsas con las compras cada vez que el fiscal iba al supermercado.

   El pasado mes de enero, Nisman acusó públicamente a la presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, al canciller Héctor Timerman y a varios altos cargos más de haber encubierto a los supuestos autores del atentado contra la AMIA que dejó 85 muertos y varios centenares de heridos en 1994.

   Tan solo unos días después, el 18 de enero, Nisman fue encontrado muerto con un disparo en la cabeza en el edificio Le Parc. El arma homicida, una pistola Bersa 22, pertenecía al informático Diego Lagomarsino, quien aseguró que se la había prestado a Nisman el día anterior.